Coordinación:

Dr. Enzo Del Búfalo

Estos estudios abarcan todo el ámbito de las prácticas sociales relacionadas con los fenómenos económicos y políticos así como con las figuras de la subjetividad a ellos vinculadas. Las prácticas sociales son interrelaciones multidimensionales que condicionan los cuerpos humanos en el espacio social; se componen pues de acciones físicas y psicológicas inmersas en campos simbólicos producidos por articulaciones que bloquean o dejan pasar los flujos corporales y semióticos componiendo así una máquina natural que denominamos sociedad. Esta aproximación permite definir la sociedad humana como una máquina para producir subjetividad a partir de los cuerpos humanos como centros primarios de los procesos físicos naturales cuya maquinación social hace posible la aparición de la subjetividad. Existe pues una vinculación genética entre las prácticas sociales que componen un determinado tipo de sociedad y la figura o las figuras de la subjetividad que en ella se producen. Este principio ontológico permite considerar las instituciones y las organizaciones sociales ya no como simples conjunto de reglas y normas que perduran en el tiempo con un cierto grado de estabilidad, sino, sobre todo, como prácticas sociales que expresan las figuras subjetivas que ellas mismas producen.

Presentación:

1. Estos estudios abarcan todo el ámbito de las prácticas sociales relacionadas con los fenómenos económicos y políticos así como con las figuras de la subjetividad a ellos  vinculadas. Las prácticas sociales son interrelaciones multidimensionales que condicionan los cuerpos humanos en el espacio social; se componen pues de acciones físicas y psicológicas inmersas en campos simbólicos producidos por articulaciones que bloquean o dejan pasar los flujos corporales y semióticos componiendo así una máquina natural que denominamos sociedad. Esta aproximación permite definir la sociedad humana como una máquina para producir subjetividad a partir de los cuerpos humanos como centros primarios de los procesos físicos naturales cuya maquinación social hace posible la aparición de la subjetividad. Existe pues una vinculación genética entre las prácticas sociales que componen un determinado tipo de sociedad y la figura o las figuras de la subjetividad que en ella se producen. Este principio ontológico permite considerar las instituciones y las organizaciones sociales ya no como simples conjunto de reglas y normas que perduran en el tiempo con un cierto grado de estabilidad, sino, sobre todo, como prácticas sociales que expresan las figuras subjetivas que ellas mismas producen.


Así por ejemplo, el enfoque tradicional concibe al Estado como simple conjunto de instituciones estables que organizan una sociedad de personas naturales en sí mismas independientes de ese orden institucional; personas que cuando se reúnen bajo el imperio de otro conjunto de reglas que definen su comportamiento forman otras instituciones como, por ejemplo, el mercado. Las mismas personas naturales son las que, en el primer caso, componen el Estado y, en el segundo, el mercado. Estas personas o figuras subjetivas son siempre iguales a sí mismas, su naturaleza no es modificada esencialmente por las instituciones en las cuales participan, es externa a ellas; de manera que la subjetividad es trascendente al orden social y guarda con él una simple relación de exterioridad. Frente a esté principio mítico que el racionalismo moderno hace suyo, el enfoque aquí propuesto reivindica el principio ontológico de plasticidad social de la subjetividad que, en cada caso, es con-figurada por prácticas sociales determinantes y, por lo tanto, su figura varía con el variar de éstas. Determinantes son aquellas prácticas sociales que definen el tipo de cohesión social o, lo que es lo mismo, caracterizan la máquina social. Así pues tenemos que el Estado antes que una secuencia de instituciones, es un conjunto de prácticas sociales que  cohesionan una máquina que produce una figura particular de subjetividad que denominamos déspota. Las instituciones y organizaciones del Estado que es como lo reconoce el discurso jurídico-político tradicional, no son otra cosa que expresiones de la subjetividad despótica cuya fenomenología es muy rica y variada pero siempre condicionada por el deseo de sumisión. La sumisión es un modo específico de maquinar el deseo de los cuerpos para producir una subjetividad despótica. Por otra parte, el mercado es la expresión de una figura de la subjetividad que llamamos el individuo soberano, producida por las prácticas que se rigen por las reglas del intercambio mercantil. Aquí también cabe una gran variedad de situaciones concretas, pero siempre condicionadas por el postulado de igualdad que hace posible el intercambio mercantil entre individuos iguales. De manera que el Estado y el mercado no son sólo dos tipos distintos de institucionalidad que atañen a una misma figura subjetiva, sino conjuntos diferentes de prácticas sociales  cada uno de los cuales que sintetiza una subjetividad distinta.


De manera que los procesos de constitución y transformación de tales prácticas sociales definen el campo de realidad en el cual se centra el interés de estos estudios. No se trata, pues, de hacer un análisis del funcionamiento de las instituciones económicas o políticas partiendo de los conceptos tradicionales que el discurso económico o el discurso jurídico-político nos entrega, sino de recuperar el análisis de las prácticas sociales para reformular los conceptos de acuerdo a sus variaciones cualitativas. Estos estudios no buscan describir movimientos dentro una configuración conceptual estática, sino producir nuevas conceptos que identifiquen campos de realidad en los cuales surgen nuevas figuras de la subjetividad. Los saberes modernos se mueven dentro un marco conceptual rígido tal como ha sido definido por la experiencia de las ciencia naturales de los últimos cuatro siglos, el cual excluye enteros campos de la realidad. Pero después de la caída de las utopías colectivas y a espaldas de las grandes reestructuraciones sociales que marcaron el siglo XX, aparece evidente el enigma del individuo como figura predominante de la subjetividad en la sociedad moderna. Tanto es así que en las últimas tres décadas de siglo pasado se impulsó la reestructuración neoliberal en nombre del individuo y de su derecho a decidir. Una reestructuración de la sociedad basada en la apología del Estado liberal democrático y en la apoteosis del mercado.


 Sin embargo, las prácticas sociales que hicieron posible esta reestructuración del orden social la cual  dice promover la libertad del individuo, no han estado exentas de diferenciaciones de clases y bien definidas relaciones de dominación que en algunos casos anulan y en otros limitan el poder del individuo y, lo que es aún más grave, impiden a una inmensa cantidad de seres humanos adquirir efectivamente la condición de individuo soberano. El siglo XX ha estado dominado por grandes reestructuraciones sociales que pretendían resolver el conflicto social tal como se fue gestando en el siglo XIX por efecto de la consolidación del capitalismo industrial que por un lado contribuía a universalizar la figura del individuo soberano al disolver formaciones sociales arcaicas e imponiendo el mercado y, por el otro, constreñía el pleno desarrollo de esta figura al someter a millones de individuos a una organización de la producción esencialmente despótica. Ninguna de esas reestructuraciones fue capaz de eliminar los obstáculos despóticos para un ejercicio pleno y universal de la soberanía individual. Todas ellas atrapan al individuo en la falsa disyuntiva entre Estado y mercado que paradójicamente implica siempre una simbiosis inevitable entre ambos órdenes. Por un lado, se afirma, como lo hace el socialismo, que el Estado es incompatible con el mercado, que el Estado puede reemplazar al mercado mediante la planificación centralizada de las actividades económicas; o que, como lo afirma el liberalismo, el mercado es un regulador optimo de las actividades económicas y, por lo tanto, insuperable. Por otro lado, dicen los socialistas que incluso en una economía centralmente planificada ciertas formas mercantiles como el salario son necesarias  y, a su vez, los liberales reconocen que un Estado mínimo que garantice la propiedad y las otras condiciones básicas para que el mercado funcione es indispensable. En conclusión, tanto los movimientos sociales de matriz socialista como los proponentes de la visión liberal están de acuerdo en sostener que si bien el Estado y el mercado representan dos órdenes incompatibles de prácticas sociales un compromiso entre ambos es indispensable para sostener la cohesión de la sociedad moderna. Todas estas reestructuraciones incluyendo la neoliberal, han demostrado ser incapaces de superar el compromiso  moderno entre el orden despótico y el orden mercantil el cual, al estimular el desarrollo del individuo soberano al tiempo que lo somete al orden capitalista, genera permanentemente un conflicto social irresoluble porque surge del hecho que la soberanía del individuo moderno es –como dice Foucault- una soberanía sometida. Sin embargo, este sujeto encadenado que es el individuo moderno, sueña desde sus orígenes renacentistas con la constitución de una sociedad de hombres libres e iguales.


2. Esta utopía es la expresión de ese anhelo de autorrealización del individuo como sujeto soberano y acompaña todos los discursos y practicas sociales que constituyen los espacios de libertad del individuo. La utopía moderna es el sueño de una sociedad de individuos soberanos donde cada uno se constituye en el centro de apropiación ilimitada del universo. Pero el orden social despótico, en cuyo seno se desarrollan las prácticas sociales mercantiles, imponen permanentemente un límite a este sueño que permanece, como utopía de libertad, en el horizonte de una estrategia práctica de poder la cual sólo admite una soberanía sometida. La sociedad motivada par este tipo de estrategia se desdobla, por un lado, en un campo de realidad en el cual se confirma el individuo y, por el otro, en un campo de prácticas despóticas que tienden a anularlo. Del cruce transversal de estos campos surge un área de instituciones donde el individuo parece afirmarse y que con el tiempo llegó a denominarse sociedad civil y otra donde el orden despótico se reorganiza en lo que hoy llamamos Estado. De este modo emergió un individuo que puede reclamar su condición de ciudadano frente al Estado en lugar de simple súbdito, un individuo que se afirma como sujeto soberano de conocimiento y sujeto de decisiones libres, que opera en espacios interindividuales los cuales, sin embargo, no están ausentes de relaciones despóticas. La sociedad moderna está constituida en lo esencial por esta articulación de prácticas sociales despóticas y practicas sociales mercantiles que generan una tensión entre la tendencia a ampliar los espacios de libertad individuales tanto en términos cualitativos como cuantitativos y la permanente recuperación despóticas de esos espacios. La utopía moderna promete la soberanía individual a cada cuerpo humano, soberanía que significa libertad de toda constricción despótica y de toda restricción material que es la condición necesaria para el pleno desarrollo del potencial de cada uno.


El liberalismo como discurso y práctica social en todas sus vertientes se esfuerza por eliminar las restricciones despóticas representadas por el Estado; pero ha sido indiferente frente  a las restricciones materiales de las grandes mayorías y, lo que es peor, ha sido complaciente con las formas de organización despóticas de la producción. De este modo reduce la utopía moderna a simple formalismo institucional que permite el desarrollo de la soberanía individual tan sólo a una minoría numérica convertida en “mayoría” política y social por cuanto determina cuales son las prácticas canónicas de la sociedad. El socialismo en todas sus versiones, como teoría y práctica de movimiento obrero administrado por élites iluminadas de la mayoría política y social, surge como una radicalización del liberalismo que busca liberar a los sometidos de las formas despóticas que se mimetizan en el seno del mercado y que restringen el acceso a las condiciones materiales de desarrollo individual. Pero, en su afán por extender la riqueza material y liberar al individuo del despotismo alojado en el seno del mercado, termina reforzando el viejo despotismo de Estado con nuevas formas de masificación tomadas de la producción industrial en serie típica del capitalismo industrial.


. De manera pues que el individuo soberano comienza el nuevo milenio atrapado en un discurso y una práctica social que le otorga una libertad formal a condición de que acepte el despotismo existente en el mercado; o tentado por en un discurso y una práctica que le ofrece la liberación de las penurias materiales a condición de que se someta a un Estado que lo masifica y lo reduce a unidad básica de la sociedad-fábrica. El individuo moderno puede escoger entre un mercado que encierra en su seno el viejo déspota mimetizado en individuo mercantil que organiza el esfuerzo productivo según las leyes del mercado o un Estado que ahora asume el rol de capitalista único al frente de toda la sociedad convertida en fábrica. La dicotomía entre Estado y mercado se revela un puro juego de espejos que ofrece anular el viejo déspota mimetizándolo en el mercado o acabar con el mercado convirtiendo al viejo déspota en capitalista.


La posibilidad de superar esta trampa que amenaza el individuo moderno está en la construcción de nuevos espacios de libertad que conduzcan a la formación de una sociedad de individuos soberanos sin mediaciones despóticas, donde el antiguo poder externo que se impone al individuo ya sea como macrodespotismo del Estado ya sea como microdespotismo del capital haya sido definitivamente desplazado por la potencia social reconciliada con la libertad individual. De este modo el individuo deja de ser un lugar de soberanía sometida para convertirse en un lugar de la multiplicidad libre, en un individuo social. En este contexto social el actual programa de investigación recibe los parámetros de su desarrollo, puesto que deviene parte de las prácticas sociales que constituyen la nueva subjetividad al asignarse la tarea de descomponer los conceptos de Estado, mercado, subjetividad, etc., para ayudar a liberar los campos de realidad a los cuales se refieren de toda relación despótica, al tiempo que recupera las instancias de coordinación e información que en ellos se encuentran para una cohesión social distinta a la  estatal o a la mercantil.


3. Como un primer paso en esta dirección, es necesario decomponer los conceptos de Estado y de mercado heredados de la tradición moderna y que han acompañado todas las reestructuraciones del siglo XX hasta la neoliberal. Asimismo el concepto de individuo soberano que permanece vinculado a discursos que acompañan las prácticas sociales constitutivas de la sociedad moderna, debe dar paso al de individuo social o singularidad que se desarrolla en una multiplicidad de prácticas sociales rizomáticas donde prevalecen las diferencias y están ausentes las sumisiones. El campo temático que interesa este proyecto de investigación es múltiple y heterogéneo. Por ello, la investigación debe, a veces, centrarse en el ámbito de un discurso específico como el de la teoría económica o de la teoría política, y otras veces debe abrirse transversalmente hacia conjuntos de discursos aparentemente remotos y disparatados como la arqueología, la semiótica o la filología bíblica. Se trata pues de un esfuerzo epistémico transdisciplinario para hacer migrar el pensamiento por “mesetas de saberes” y prácticas sociales que se articulan en forma rizomática, tal como la definen Deleuze y Guattari y que corresponde a un nuevo modo de ensamblar lo social.


4. A este programa de investigación podrán articularse todos aquellos proyectos que, desde los distintos recortes de la realidad, pueden establecer una articulación con 1as prácticas sociales de constitución del individuo social, es decir, de la sociedad donde las relaciones de poder están totalmente reconciliadas con la potencia social que se expresa en una multiplicidad de individuos cada uno de los cuales individualiza la multiplicidad social misma.

AMBITOS DEL PROYECTO DE INVESTIGACION

  1. Subproyecto: Estado y Economía

En este campo de estudios se encuentran las actuales estrategias de reestructuración mundial asociadas al proceso de globalización. Destacan: a) los análisis sobre la naturaleza del Estado nacional y su relación con la economía nacional y b) los análisis sobre los retos que tales cambios representan para la teoría económica. Las instituciones en las cuales los miembros del programa desarrollan actividades docentes son:
Doctorado en Ciencias Sociales.  Universidad Central de Venezuela
Maestría en Teoría y Política Económica. Universidad Central de Venezuela
Facultad de Derecho. Universidad Central de Venezuela

  1. Subproyecto: Las nuevas figuras de la subjetividad

Este conjunto de estudios analizan la emergencia de nuevas subjetividades y las practicas sociales que las generan. Las instituciones en las cuales los miembros del programa desarrollan actividades docentes son
Universidad Central de Venezuela
Universidad de Carabobo

CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS
"PATRIMONIO MUNDIAL" (UNESCO, 2000)

"La mejor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte viene del afecto y respeto del pueblo, y ese respeto asienta sus bases en la educación y en el fomento de su conocimiento". (Carta de Atenas, 1931)