Noticias de la Facultad de Medicina
23/05/2016 10:57 Antigüedad: 8 años

Conozca al único sobreviviente de una mordida de cuaima piña en Venezuela

VANESSA DAVIES Sábado, 21 de Mayo de 2016 a las 8:27 a.m. El nombre de Luis Fernando Navarrete está inscrito en el de los récords. Naturalista desde la infancia y con estudios de Biología en la UCV, ha sido "picado" nueve veces por serpientes venenosas. Pese a ello, es un enamorado de estos reptiles

Luis Fernando Navarrete

Luis Fernando Navarrete

El de las serpientes es el sistema de inyectar veneno más perfecto de la naturaleza. Resulta más eficaz una serpiente venenosa que una inyectadora, porque su colmillo es curvo y llega al sitio al que no llega la aguja. Ya lo viví en 1995, cuando me mordió una cuaima piña y hasta estuve en terapia intensiva. Yo soy el único sobreviviente de una mordida de cuaima piña.

(Luis Fernando Navarrete nació en Caracas el 25 de agosto de 1966. Es difícil imaginarlo sin serpientes, seres a los que respeta profundamente y que los lleva bajo la piel: esto es literal, porque en su espalda se tatuó la imagen de una cuaima piña. Trabaja en el Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela y en el Instituto de Estudios Avanzados, y forma parte de la red nacional antivenenos).

Siempre me gustaron los animales. Desde niño, mientras mis primos corrían y jugaban, yo pedía un frasco y me iba al patio a buscar saltamontes e insectos. A los 8 años ya tenía una colección de mariposas. Mi papá, Luis Navarrete, me hizo una malla y nos íbamos los dos, los fines de semana, para agarrarlas. De las mariposas me encantan sus colores, sus formas, su forma de moverse. El de ellas es un mundo fascinante.

La primera vez que agarré una serpiente fue en Canaima, cuando yo tenía como 10 años. Mi papá vio la fascinación que tenía por las serpientes y la incentivó, él me leía los cuentos del escritor uruguayo Horacio Quiroga. También lo hizo mi tío Fernando, que vivía en Chile y era un apasionado de los animales y de la naturaleza.

(Hace 40 años no había Animal Planet ni National Geographic; a duras penas se veía en Venezuela un programa transmitido por el Canal 5, La Fauna, de Pedro Trebbau. Por ello, el apasionamiento de Luis Fernando Navarrete por los animales era algo que llevaba, de verdad, en la sangre).

 

Siempre me gustaron los animales. Desde niño, mientras mis primos corrían y jugaban, yo pedía un frasco y me iba al patio a buscar saltamontes e insectos. A los 8 años ya tenía una colección de mariposas. Mi papá, Luis Navarrete, me hizo una malla y nos íbamos los dos, los fines de semana, para agarrarlas. De las mariposas me encantan sus colores, sus formas, su forma de moverse. El de ellas es un mundo fascinante.

La primera vez que agarré una serpiente fue en Canaima, cuando yo tenía como 10 años. Mi papá vio la fascinación que tenía por las serpientes y la incentivó, él me leía los cuentos del escritor uruguayo Horacio Quiroga. También lo hizo mi tío Fernando, que vivía en Chile y era un apasionado de los animales y de la naturaleza.

(Hace 40 años no había Animal Planet ni National Geographic; a duras penas se veía en Venezuela un programa transmitido por el Canal 5, La Fauna, de Pedro Trebbau. Por ello, el apasionamiento de Luis Fernando Navarrete por los animales era algo que llevaba, de verdad, en la sangre).

 

A la serpiente hay que entenderla como serpiente: no te va a reconocer ni te va a querer. La serpiente no venenosa puede ser una mascota, pero en la legislación venezolana no está permitido. No es un animal doméstico. Si tienes una serpiente como mascota debes saber que te va a morder. A mí me han mordido nueve serpientes venenosas y miles no venenosas. Ellas no tiene que portarse bien o mal conmigo; si las quiero, las tengo que respetar como son.

(Unas 300 serpientes, entre venenosas y no venenosas, están a cargo de Luis Fernando Navarrete. La mayoría se alimentan con roedores. Por si fuera poco, las “culebras” están en su cuello: tiene una maraca de cascabel bendecida por un shamán).

 

Mordido y en peligro

La primera vez que me mordió una serpiente venenosa fue hace 24 años y lo hizo una cascabel. Fue por mi descuido. Los accidentes por serpientes generalmente son por descuido de las personas, porque son animales rápidos y precisos. Un pequeño descuido significa una mordida. Las estadísticas no se equivocan: al manejar serpientes por tantos años los accidentes ocurren.

Cuando me mordieron sentí mucho dolor. Nunca he sentido pánico porque no temo a la muerte, aunque tampoco la busco. Siempre estás en riesgo de morir por una mordida de serpiente venenosa. Por eso, tienes que minimizar las posibilidades de que te muerdan y saber que todos los envenenamientos pueden ser mortales.

 

(Está vivo de milagro, porque el envenenamiento casi lo despacha de este mundo. Pero ni siquiera el haber visto la famosa luz –por culpa de los reptiles- que observan las personas que fallecen ha distanciado a Luis Fernando Navarrete de las serpientes).

Mi accidente más grave fue la mordedura de la cuaima piña, en 1995. La trajeron del estado Amazonas y fui a buscarla en el sitio donde la tenían. La serpiente estaba en recipiente en malas condiciones; la pasé a un saco, pero el saco tenía una abertura. Con su sentido termorreceptor, ella me podía ver a pesar de la total oscuridad en la que se encontraba. Salió directo y me mordió el dedo medio de la mano derecha. Se quedó “pegada”. Me inyectó mucho veneno; ya yo sabía que el accidente era grave. A los 5 minutos la mano parecía un guante inflado.

Me trasladaron al Hospital Periférico de Coche con un cuadro clínico bastante importante: vomitaba, se me bajó la tensión, me dolía el abdomen, la sangre no se coagulaba. En el hospital me colocaron el suero antiofídico. Como no había terapia intensiva, me trasladaron a la Clínica Santa Sofía. Tenía la lengua tan hinchada que no podía hablar. Incluso, tuve síndrome de muerte inminente y vi la famosa luz.

(Por más de 10 días permaneció Luis Fernando Navarrete en terapia intensiva. Le hicieron transfusiones de sangre –que lo contaminaron con el virus de la hepatitis C- y se vio entre la vida y la muerte. Las mordidas de serpiente le dañaron el hígado).

 

En el país hay otros casos de personas mordidas por cuaima piña, pero el único reportado como sobreviviente soy yo. El veneno de la cuaima piña es como una mezcla de las serpientes cascabel y mapanare. Es muy letal. La cuaima piña que me mordió medía metro y medio. Cuando me recuperé, pudimos trasladarla a la UCV.

No siento nada especial como sobreviviente de cuaima piña. Fue una circunstancia de la vida y fui afortunado porque sobreviví. Pude seguir trabajando en lo que a mí me gusta. Ya sé que no debo cometer descuidos nuevamente. Las serpientes son animales muy astutos, como buenos depredadores; muerden porque se sienten agredidas. Ellas pueden regular la cantidad de veneno que te inyectan, pueden hacer mordidas de advertencia. No les conviene perder veneno en algo que no es su presa porque reponerlo implica, para ellas, in gasto fisiológico muy alto. Incluso, la cascabel usa su maraca para advertir que no debes acercarte, que no le interesa morderte; para decirte “yo ando por aquí”. Cuando ella va a buscar a su presa, no suena la maraca.

(La maraca de cascabel está en poder de Luis Fernando Navarrete desde hace más de 10 años. Además, en la oreja izquierda tiene un piercing de serpiente, comprado en Costa Rica).

Lo mío es amor y pasión por las serpientes. Creo que todos los días aprendo algo nuevo de ellas. Hago un esfuerzo por entenderlas. Desgraciadamente en Venezuela se piensa que serpiente buena es serpiente muerta. Yo lucho mucho, en talleres y charlas, para mostrarle a la gente la realidad de las serpientes y su importancia. No hay que matarlas. Los venenos de las serpientes van a ser una panacea en el futuro. El de las serpientes es un mundo nuevo para trabajar, completamente fascinante.

https://www.youtube.com/watch?v=-NWA0XLFQD4

 

 

 

 


CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS
"PATRIMONIO MUNDIAL" (UNESCO, 2000)

"La mejor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte viene del afecto y respeto del pueblo, y ese respeto asienta sus bases en la educación y en el fomento de su conocimiento". (Carta de Atenas, 1931)